martes, 28 de octubre de 2008

CATALEPSIA Y EL TERROR DE SEGUIR VIVO


¿Se imaginan despertar una mañana y encontrase de frentón con una muralla de madera, la cuál intentamos mover sin conseguirlo? Es más, nos damos cuenta que esa muralla es en realidad una caja dentro de la cuál estamos nosotros como un paquete que va a ser despachado a quizás qué lugar. Lo peor, comenzamos a llamar para que alguien nos ayude...nada, seguimos llamando cada vez más fuerte y nadie responde. Comenzamos a gritar y luego a desesperarnos...golpeamos la madera y la arañamos, intentando obtener respuesta...comienza a faltar el aire y la asfixia nos alcanza, mientras gusanos, arañas y hormigas se pasean por nuestro cuerpo dispuestos a darse el gran festín. Resultado: sufrimos de Catalepsia y como todos pensaban que estábamos muertos nos enterraron...pero vivos.

La Catalepsia es una enfermedad que vuelve el cuerpo rígido y lo deja inmóvil, no hay reacción a los estímulos, existe ausencia de pulso y la respiración se torna cada vez más lenta, hasta parecer que ha desaparecido por completo.

En la antiguedad existieron muchos casos de esta enfermedad, ya que no se certificaba de manera correcta el deceso de las personas, teniendo como único medio de comprobación extra el pinchar el cuerpo para ver si respondía de alguna manera. Por lo tanto mucha gente fue enterrada viva, la cuál despertaba ya bajo tierra, alcanzando una muerte realmente desesperante.

Las causas de muerte más comunes producidas por estos prematuros entierros eran la asfixia derivada del encierro, la hambruna y problemas graves al hígado al beber los encerrados su propia sangre para palear la sed.

Por lo mismo, desde 1978 se somete a un electroencefalograma a todo cuerpo cuya muerte sea catalogada de sospechosa. Por otra parte, con la autopsia bajó considerablemente el número de catalepsias en el mundo, aunque no hay que olvidarse del llamado tercer mundo, donde los métodos de comprobación siguen siendo muy precarios y aún es posible encontrar ataúdes con rasguños y otros signos que demuestren la condición vital de los erróneamente declarados muertos.

Existen lugares como Guanajuato, México, donde se exhiben cuerpos de gente que fue enterrada viva y es realmente escalofriante ver el estado en que perdieron su vida: existen momias que se encuentran mordiéndo sus extremidades en evidente signo de desesperación, otras que se arañan la cara o se hunden los ojos. Quizás lo más terrorífico de aquella exhibición sea la momia de una mujer que tiene entre sus piernas un bebé unido por un cordón umbilical, con evidente signo de haber dado gritos de auxilio mientras sentía que la vida se apagaba para ella y su bebé.

Es cierto, los casos aquí relatados parecen el guión de una película de terror, pero son una realidad que, aunque cada vez menor en nuestros tiempos, aún sigue existiendo en algunos apartados lugares del mundo.