Una de las búsquedas más grandes realizadas jamás en la historia de la humanidad, refiere al llamado Santo Grial, el cuál sería el cáliz sobre el cuál se habría derramado la sangre de Cristo. A razón de esta búsqueda se habrían organizado verdaderas instituciones de persecución para dar con este objetivo, como por ejemplo Los Templarios, situación que hasta el día de hoy no ha arrojado claridad respecto de esta enigmática búsqueda. Pero al analizar este tema surgen demasiadas interrogantes; ¿Cuál es la importancia trascendental de una copa que lleva a movilizar equipos de búsqueda a través de los tiempos?. ¿Por qué una copa resulta más importante que la sábana santa o la mismísima cruz donde Jesús fue crucificado?. Al parecer, el famoso Grial no sería una simple copa, sino algo mucho más trascendental, algo digno de tanta búsqueda y veneración. Sin duda que no estamos hablando de un cáliz, ¿entonces de qué?. Lo más importante de la época de Jesús es solo Jesús y su legado, entonces el Grial tiene que ver con Cristo, pero no con un objeto. Desde la muerte de Jesús la iglesia católica ha procurado transmitir al mundo la imagen de un Cristo Supremo, cósmico, casi inalcanzable, bastante lejos de un ser humano común y corriente. Pero esa imagen, en el análisis frío, no se conlleva con el diario vivir de un ser humano, el cuál necesita amar y ser amado, tener pareja, hijos y conformar una familia con descendencia. ¿Por qué Jesús no pudo amar a una mujer como cualquier mortal si también era hijo de Dios como nosotros?. O talvez sí lo hizo. A través de los años se nos han ido entregando innumerables señales de la posible existencia de una relación más sentimental entre Cristo con María Magdalena, la “prostituta” contemporánea del Hijo de Dios. Sin ir más lejos, el gran Leonardo Da Vinci nos entregó un polémico cuadro de la Última Cena, en el cuál se ve a la derecha de Jesús a una mujer -y por más que digan que es Juan, joven con rasgos femeninos, es evidentemente una mujer- y un alboroto general entre los apóstoles por su presencia ¿Qué nos quiso decir el gran Leonardo con su pintura? ¿Qué secreto conocía él que no sabía el grueso de los mortales? ¿Correspondería el secreto del Santo Grial a una desconocida unión entre El Mesías y María Magdalena?. Según antecedentes recabados Jesús tuvo una relación con María Magdalena, de la cuál habría nacido una niña llamada Sara. Ésta habría sido llevada por su madre hasta el sur de Francia, lugar desde el cuál se ramificaría la descendencia de la sangre de Cristo (la familia Merovingia). Sin duda que este hecho causa estragos en los cimientos religiosos tradicionales, un Jesús humanizado no es “negocio” para la iglesia, que mantiene a su séquito de fieles bajo la figura de un “Salvador Divino”. Y básicamente ese ha sido el propósito de los famosos Concilios convocados por las autoridades eclesiásticas: definir qué ideologías deben seguir los fieles y qué cosas aceptar como verdaderas y cuáles como falsas. De hecho los 4 evangelios que hoy día encontramos en la Biblia Católica fueron definidos como los documentos oficiales sobre la vida de Jesús en el Concilio de Nicea, mientras otros escritos, aún más exactos que los 4 evangelios- fueron desechados e incluso algunos declarados como libros apócrifos. Sin ir más lejos, ninguno de los evangelistas aceptados por la iglesia fue contemporáneo de Cristo, son solo historiadores relatando hechos históricos. En cambio, los rollos encontrados en una cueva de Irak hace más de 50 años fueron analizados y sometidos a pruebas de datación y resultaron ser exactamente de la época en que Jesús vivía: el evangelio de Daniel, un contemporáneo de Cristo que narra como Jesús amaba a María Magdalena y el descontento que esto producía en algunos de sus apóstoles. Sin duda, para los eclesiásticos, esto es solo herejía. ¿Cómo demostrarle esto al mundo? ¿Cómo luchar contra el poder de la iglesia y peor aún, contra la fe?. Que el mundo está lleno de tentaciones e intereses no cabe duda. Alcanza todos los ámbitos, incluso a la religión. Lo importante es no perder la capacidad de cuestionarse y buscar respuestas, aunque se trate de un tema tan delicado como la fe, aún tratándose del personaje más importante de nuestra insignificante historia humana.
